ANSIEDADLa ansiedad debe entenderse como una emoción básica del organismo que constituye una reacción adaptativa ante una situación de tensión, peligro o amenaza. Se manifiesta como una actividad predominante del sistema nervioso simpático que permite afrontar al sujeto situaciones de riesgo. Sin embargo, cuando la reacción es excesiva carece de eficacia adaptativa y es necesario pensar en la presencia de patología. La ansiedad patológica se presenta en diferentes trastornos psiquiátricos (afectivos, psicóticos, tóxicos) y médicos, siendo imprescindible un buen diagnóstico diferencial basado en la historia, exploración y pruebas complementarias. Cuando la ansiedad se trasforma en el centro del cuadro podemos hablar de síndromes o trastornos ansiosos específicos: trastorno de ansiedad generalizada y trastorno de angustia o ataques de pánico.
I. CLÍNICA Los signos y síntomas son comunes para todos los trastornos:
A) Tensión motora. El paciente se muestra tembloroso, inquieto, sujeto a continuos sobresaltos, con sacudidas musculares, a veces mialgias y cefaleas, la cara tensa, el ceño fruncido y un aumento de actividad sin meta que puede acabar en agitación psicomotriz o total inhibición.
B) Hiperactividad autónoma. Como consecuencia de ello aparecen múltiples síntomas somáticos como palpitaciones, dolores precordiales, hiperventilación, sensación de ahogo, debilidad, sudoración profusa, naúseas y vómitos, diarrea, micción imperiosa, parestesias, escalofríos, etc.
C) Expectación aprensiva. Es común una preocupación por el futuro tanto del paciente como de sus allegados, destacando sobre todo lo referente a su salud.
D) Actitud de vigilancia y escrutinio. El paciente suele estar irritable, le cuesta mantener la atención y concentrarse. Está en estado de hipervigilia por lo que puede presentar insomnio de conciliación y mantenimiento.
II. VALORACIÓN DIAGNÓSTICA. DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL A) Ansiedad y alteraciones orgánicas
1. Tóxicos. Distintos fármacos y tóxicos pueden producir cuadros de ansiedad. Cabe destacar los alfa y beta adrenérgicos, los corticoides, las anfetaminas, los hipoglucemiantes orales, la insulina, la L-dopa, la tiroxina, la isoniacida, la cicloserina, los antihistamínicos, la indometacina, la aminofilina, la cafeína y teína y la cocaína. En otros casos la ansiedad se produce como consecuencia del síndrome de abstinencia a alguna sustancia, en especial barbitúricos, ansiolíticos, opiáceos, antidepresivos y alcohol.
2. Cardiopatías. En ocasiones puede confundirse un ángor con una crisis de angustia, de forma que es conveniente la realización de un electrocardiograma (ECG) siempre que nos encontremos ante una crisis de angustia. Otra entidad que puede plantear problemas diagnósticos es la taquicardia paroxística supraventricular, en la que la frecuencia es superior a 140 latidos por minuto, frecuencia raramente alcanzada en las crisis de angustia. En cualquier caso será el ECG el mejor método diagnóstico.
3. Vértigos. Son episodios bruscos que cursan con naúseas y vómitos y suele existir un vértigo rotatorio auténtico, mientras que en las crisis de angustia son más frecuentes las sensaciones de mareo e inestabilidad
4. Hiper e hipotiroidismo. Pueden presentarse inicialmente como un cuadro de crisis de angustia, sin otros signos ni síntomas físicos. Incluso persiste aunque se compense la alteración tiroidea. En aquellos pacientes con crisis de angustia que presenten antecedentes de irradiación del cuello o del tórax, de tiroidectomía o de tratamiento con iodo radioactivo o bien que refieran síntomas de aumento de apetito con pérdida de peso, intolerancia al calor, oftalmopatía o bocio, deberán determinarse los niveles de hormonas tiroideas y TSH. En el resto de pacientes no será necesario .
5. Feocromocitoma. Las crisis de angustia se manifiestan con una cefalea intensa, sudoración y enrojecimiento. Suelen existir manchas café con leche, neurofibromas o hipertensión arterial basal .
6. Hipoglucemia. Sólo si hay descensos significativos de la glucemia se producen crisis de angustia. En la historia suelen recogerse antecedentes de diabetes, tumores, o de haber sufrido una intervención gástrica .
7. Hipoparatiroidismo. Sólo plantea problemas de diagnóstico diferencial si existen antecedentes de cirugía tiroidea o los niveles de calcio séricos están disminuidos .
B) Trastornos específicos de ansiedad.
1. Trastorno de angustia. Consiste en crisis recurrentes de ansiedad grave no limitadas a una situación concreta, son por tanto de aparición imprevisible. Casi constantemente hay un miedo secundario a morirse, perder el control o enloquecer. Suelen durar de cinco a diez minutos. Según la décima edición de la clasificación internacional de enfermedades (CIE-10), para el diagnóstico definitivo deben presentarse varios ataques al menos durante el período de un mes y en circunstancias en las que no hay un peligro objetivo. En el período intercrisis el individuo está libre de ansiedad aunque puede haber una ansiedad anticipatoria frente a las situaciones donde se desencadenaron anteriores crisis. En algunos casos se desarrollan conductas evitativas como consecuencia del miedo a sufrir una crisis. Se evitan los lugares de los que no se puede escapar fácilmente (ascensores, espacios abiertos, multitudes, transportes públicos, etc.). Cuando esto ocurre hablamos de trastorno de angustia con agorafobia.
2. Trastorno de ansiedad generalizada. Ansiedad persistente no limitada a circunstancias concretas. No existen crisis ni conductas evitativas. Suelen ser pacientes que refieren no haberse sentido nunca asintomáticos y que consumen gran cantidad de psicofármacos, en especial benzodiacepinas.
3. Fobia social y fobias simples. Se consideran dentro de este apartado porque se manifiestan como sintomatología ansiosa, aunque secundaria siempre a estímulos que generan un miedo irracional: situaciones interpersonales en la fobia social y objetos, animales o determinadas situaciones en la fobia simple.
C) Otros trastornos psiquiátricos.
1. Trastornos depresivos. En ocasiones los síntomas ansiosos predominan en el cuadro y a menudo se requiere un pronto alivio para poder valorar la sintomatología depresiva. La depresión es frecuente en pacientes con trastornos de ansiedad y entonces se deben establecer los dos diagnósticos y tratar ambos.
2. Esquizofrenia. Cuando el cuadro psicótico está instaurado no plantea problemas diagnósticos, únicamente en los momentos iniciales puede manifestarse como ansiedad generalizada y en ese caso, sólo la evolución y la respuesta al tratamiento resolverá el diagnóstico.
III. PAUTAS PARA EL DIAGNÓSTICO Ante todo paciente que consulta urgentemente por un síndrome ansioso, en especial si es mayor de 35 años en el momento de la instauración y no se conocen antecedentes familiares ni personales, hay que realizar unos análisis elementales que incluyan hematócrito, creatinina, glucosa e iones. Se debe realizar también un ECG.
IV. TRATAMIENTO Una vez diagnosticado el trastorno es necesario tratar la ansiedad independientemente de la causa de la misma. Se comienza con medidas de apoyo o contención psicológica pero ante su insuficiencia los fármacos de elección para la resolución rápida son las benzodiacepinas.
A) Pauta en urgencias. Son preferibles las benzodiacepinas de absorción rápida como el diacepam a dosis de 10-20 mg vo. (Valium
comp. de 5 y 10 mg). Estas dosis pueden repetirse después de un período de dos horas hasta conseguir la ansiólisis suficiente.
B) Pauta de mantenimiento: Se recomiendan las benzodiacepinas de vida media larga por ser de más fácil manejo. Permiten una dosificación más espaciada y más raramente aparece abstinencia tras la retirada. Como ejemplo, el cloracepato dipotásico (Tranxilium
cáps. de 5, 10 y 15 mg y comp. de 50 mg), puede ser utilizado a dosis de 20-30 mg vo. repartido en dos o tres tomas. En ancianos, existe el peligro de acumulación en dosis mantenidas, y al igual que en broncópatas y hepatópatas, es preferible usar loracepam (Orfidal
comp. de 1 mg) pautado en tres tomas por su menor vida media(1 a 3 mg/d). Siempre ha de organizarse el seguimiento a medio plazo para evitar que el paciente se automedique y para intentar la supresión progresiva o la sustitución por otros tratamientos alternativos (antidepresivos serotoninérgicos, relajación, psicoterapia, etc.).
1. Cuando se diagnostique un trastorno de angustia: los tratamientos recomendados son:
a) Imipramina ( Tofranil
comp. de 25 y 75 mg ). Es aconsejable iniciar el tratamiento con dosis bajas de 10 a 25 mg y aumentar hasta 150-300 mg en función de la tolerancia del paciente. Se debe mantener un mínimo de seis meses desde que han desaparecido las crisis. Al inicio del tratamiento es recomendable asociar una benzodiacepina, ya que produce un efecto más rápido a corto plazo, cubre el período de latencia del antidepresivo e impide la posible reacción inicial de nerviosismo provocada por el mismo.
b) Alprazolam ( Trankimazin
comp. de 0,25, 0,50, 1 y 2 mg). Se inicia con dosis de 1,5-3 mg/6-8 h, se va subiendo hasta que han desaparecido las crisis y se mantiene seis meses desde este momento con la misma dosis. Se debe retirar muy lentamente para prevenir recaídas y porque es una benzodiacepina de vida media corta (6 h) con las que la abstinencia aparece más frecuentemente. El alprazolam es la benzodiacepina de elección en este trastorno aunque no ha demostrado mayor eficacia que la imipramina a largo plazo.
c) Actualmente se encuentran en estudio para el tratamiento de la ansiedad inhibidores de la recaptación de la serotonina, con resultados positivos.